Foto Facebook : lopezobrador.org.mx

Por José Manuel Ortiz  

Desde hace siglos, los gobernantes entendieron que para llevar a cabo sus proyectos era necesario cargar el gasto al pueblo. La aplicación de impuestos por cada puerta y ventana que aplicó Guillermo III en Inglaterra, fue replicado años después en Francia, Suecia, España, Bélgica y México con Santa Anna.

Y aunque la recaudación de impuestos es un bien necesario, en México durante la época neoliberal. Los gobernantes buscaron beneficiar a una minoría que irónicamente no pagaba sus contribuciones fiscales, mientras que las clases bajas y sobre todo la media fueron las que cargaron los designios del poder.

Por ejemplo, durante la crisis de 1994, ante la insolvencia de los bancos y el retiro masivo de los depósitos. Se tuvo que llevar a cabo el salvamiento bancario, mejor conocido como Fobaproa (Fondo Bancaria de Protección al Ahorro). López Obrador explica muy bien en que consistió el famoso Fobaproa, “convertir deuda de unos pocos en deuda pública”.  El monto total de la deuda es variado, pero algunos economistas señalan que es de un billón 751 mil millones de pesos.

Aunque han pasado casi 22 años del salvamiento bancario, los mexicanos continuaremos pagando ese dinero hasta dentro de unos 14 años más. El dinero obviamente sale de los impuestos que todos los mexicanos aportamos a las finanzas públicas. Sin embargo, los culpables del quiebre financiero continuaron operando sus bancos, incluso se hicieron más ricos. Pues debido a la opacidad en que se llevó a cabo el salvamiento, muchos transfirieron sus propias deudas a los mexicanos. Cabe señalar que los miembros del PRI y del PAN votaron a favor de esa deuda que traspasa las décadas y que ahora en pleno 2020 formalizan su “relación” política que siempre fue más que obvia: El PRIAN.

En contraste, la llegada del López Obrador a la presidencia ha dado muestra de una nueva política económica y social. El “gigante tabasqueño” entendió que era necesario detener la pesada carga fiscal a quienes siempre la han pagado. Presionó a los grandes evasores para que pagaran los billones que debían, algunos como Salinas Pliego se han resistido. Al tiempo que los impuestos en términos reales se detuvieron y van de acuerdo a la inflación anual.

El combate a la corrupción y el robo a la principal empresa del país, Pemex, han sido un gran empuje para llevar a cabo los grandes proyectos de la Cuarta Transformación de México. En medio de la peor crisis económica de la historia y la llegada de la pandemia, se está construyendo un aeropuerto, trenes, carreteras, universidades, hospitales.

Así mismo, se han entregado apoyos a adultos mayores, discapacitados, estudiantes y campesinos. Se crea un sistema bancario del Estado (el Banco del Bienestar), programas de reforestación y de alimentos. La tan criticada austeridad republicana ha permitido que en tan sólo dos años se realice como nunca antes la inversión a infraestructura. Era necesario reducir los altos salarios de unos pocos y aumentar el sueldo de la inmensa mayoría.

El gobierno de López Obrador se ha enfrentado a los grandes poderes, esos que, a través de la subcontratación (outsourcing), permitían la explotación a favor de sólo sus intereses. Es por ello que la élite corrupta está desesperada, se niegan a entender que era necesario terminar con sus privilegios que afectaron a millones de mexicanos.

No cualquiera se hubiera atrevido a enfrentar a los poderosos, pues no sólo era necesaria la voluntad política. Pues al inició la lucha fue muy difícil, los ricos buscaron detener los proyectos bajo cientos de amparos; millones de mexicanos fueron afectados por la lucha contra el huachicol.   Pero hoy la 4T se encuentra cimentada, la aprobación de la gran mayoría de la población respalda al presidente y a su proyecto que hoy es ejemplo a nivel internacional.