Autor: BAA / Luis Manuel Sánchez Leija

Hambre, esta palabra simplemente me hace pesar en la necesidad para incorporar alimento, a su vez que al pensarla me hace seguir adelante cuestionando sobre las formas populares de entenderla como hambre de reconocimiento, de éxito, de amor, de libertad, en fin; las posibilidades de posicionarse ante dicha palabra son bastantes ¿se puede pensar en hambre de azul?

Quizá la fiesta nos pueda indicar algún camino, quizá la fiesta en su complejidad sea el punto de partida; no sé ustedes pero es prácticamente cosa de intuición que las fiestas suelen tener algo que cruza más allá de la diversión y el disfrute, suelen estar atravesadas por cuerpos que se encuentran y resaltan sus diferencias en escenarios múltiples, en caracterizaciones casi perfectas, desde las presentaciones, el proceso de cubrir el cuerpo con vestimentas elaboradas, una suerte de movimientos que aparecen una y otra vez y la ilusión del encuentro con algo del festejo que nos haga participes del acontecimiento, que desmarque la rutina que adormezca las agitaciones y las sustituya con lo inesperado o al menos que haga pasar un “buen rato”, “pasarla bien” o una serie más de frases que suelen dar cuerpo a la expectativa y pueden revelarse como los amoríos inesperados, la resaca, el mal de amores, la pelea, el disgusto, reproche y exclusión.

Tengo algunos recuerdos de estar parado viendo amaneceres, de alguna forma esperando que el cielo volviera a tomar un particular color azul; preguntándome el sentido de estar involucrado en el festejo, algo había en la espera. Desde hace tiempo me canse de esperar, entonces en la fiesta suena la clásica rola de Calle 13 que la banda conoce como “casitas de colores”, realmente titulada “La Perla” que en un apartado dice los difuntos pintaos en las paredes con aerosol, y en mi despierta esta hambre de no olvidar, de recordar, de exprimir, de satisfacer el deseo de estar vivo.

Iván, un joven veracruzano con afición a la pesca, bogar y a la fiesta, con el que realmente conviví poco, dejo este mundo hace unos días, curiosamente; no le temía a la oscuridad y su búsqueda por el azul del mar y el rio, nos llevó a conocer diferentes facetas del “estar” con el azul en sus diferentes tonalidades, porque esperar el azul del cielo es muy interesante; cuando hay muchos azules por todos lados, azul verdoso, azul oscuro, azul profundo, azul frío, azul regaño, azul tristeza, azul decepción, azul mentira, azul romántico, azules y más azules. 

Los festejos despiertan otro tipo de hambres, unas que buscan saciar necesidades para no olvidar y quizá dejar salir algo, a veces, no sabemos qué, pero suelen salir, fantasías simples que se vuelven complejas, hoy vi un charco con unos pájaros retozando, varias de esas aves suelen morir atropelladas, simplemente un día ya no están, al igual que el charco. Entre dos imágenes hay algo que desaparece, las imágenes como testigo de lo que se fue. El mundo de hoy es más rico y complejo en las imágenes que se difunden, a veces también necesitan ser escuchadas, merecen ser susurradas y encontradas. La vida a veces se torna un trillado festejo por la vida con múltiples escenarios en espera de acontecimientos. Quizá de eso trate a veces «La Variopintología», de tener hambre de encontrar esas contradicciones culturales en nuestras historias particulares e íntima