En política nada es casualidad, y mucho menos cuando se trata de fichajes estratégicos rumbo a las elecciones de 2027. El empresario huasteco Gerardo Sánchez Zumaya oficializó su llegada a Morena en San Luis Potosí, con foto, abrazo y bienvenida de la dirigente estatal, Rita Ozalia Rodríguez Velázquez.
Pero no todo es fiesta y aplausos. Su nombre arrastra más sombras que luces: señalamientos de tráfico de influencias en contratos millonarios con Pemex, acusaciones de triangulación de 200 millones de pesos del Fondo de Pensiones de SLP, y hasta vínculos con el escándalo del huachicol fiscal. Aunque no existe expediente judicial abierto en su contra, el historial lo persigue.
Ante la polémica, el presidente del Consejo Político Estatal de Morena, Carlos Arreola Mallol, lanzó una frase contundente: “la encuesta morenista lo limpia todo”. Con eso quiso dejar claro que, más allá de los cuestionamientos, hay un filtro institucional que revisa a cada nuevo afiliado. Según explicó, esta comisión —integrada por figuras como Epigmenio Ibarra, Alfonso Durazo, Armando Bartra y Carolina Rangel— se encarga de analizar antecedentes, vínculos y currículums de los aspirantes.
El mensaje es claro: Sánchez Zumaya no tendrá pase automático, aunque su popularidad en la Huasteca es un activo que a Morena le conviene. “Todos tendremos que dar la cara si hay temas jurídicos”, advirtió Arreola, intentando apagar las críticas.
Por su parte, el dirigente estatal del PVEM, Ignacio Segura Morquecho, minimizó el ingreso del empresario: “Si fuera una verdadera oposición no necesitaría anclarse a un partido”. Incluso cuestionó de dónde provienen sus recursos económicos y dejó en duda que su llegada modifique el tablero político local.
Mientras tanto, Sánchez Zumaya sonríe, promete caminar “casa por casa” y asegura que su única intención es “sumar a la transformación”. Pero lo cierto es que su nombre ya circula como uno de los posibles aspirantes a la gubernatura en 2027, en abierta confrontación con el proyecto verde-gallardista.
En los pasillos políticos, esta adhesión se interpreta como un movimiento de alto riesgo para Morena: suma fuerza territorial, sí, pero también carga con polémicas que pueden convertirse en un lastre. La gran pregunta es si el “filtro morenista” será capaz de borrar las manchas del pasado o si, como muchos sospechan, terminarán haciendo la vista gorda en nombre de la rentabilidad electoral.
Lo cierto es que la afiliación de Gerardo Sánchez Zumaya no es un hecho menor. Representa un choque frontal con el gallardismo, reacomoda alianzas y confirma que la disputa por San Luis Potosí en 2027 será feroz.
Porque, al final, en la política potosina no hay casualidades: cada movimiento es una jugada calculada en un tablero donde el poder y los intereses pesan mucho más que los discursos de transformación.