*¿Alguna vez han escuchado a manera de coqueteo que alguien diga «¿Te gustaría que vaya a tu casa a lavar los trastes?» o «¡Basta!, ¿sabes que nadie me lava los trastes como tú?» Incluye un audio al final del texto, sigue leyendo aquí abajo.

«De peso y levedad o de como lavar los trastes tiene múltiples significaciones»
Por: BAA /Luis M. Sánchez Leija Psicólogo y Artista

El día de hoy he venido a hablarles de algo que la mayoría de ustedes ha hecho de una u otra forma, algo que está presente y ausente a la vez. Empezando por las veces que inventamos con ideas otras maneras de ver las cosas -inventamos hasta cuando sonreímos-, yo trato de inventar algunas ideas mientras comento esto. Cuando lavamos los trastes podemos pensar en diferentes formas de estar, lo hacemos solos, acompañados, en equipos o simplemente delegamos a otra persona la tarea.

¿Alguna vez han escuchado a manera de coqueteo que alguien diga «¿Te gustaría que vaya a tu casa a lavar los trastes?» o «Basta, sabes que nadie me lava los trastes como tú…»?

Yo tengo un sistema para lavarlos, me gusta separarlos y empezar por lo que llamo “las
cucharas”, que son los cubiertos, ya que esos me desesperan y prefiero terminarlos de una vez para poder pasar a los “sartenes y platos”, posteriormente los “vasos” y así consecutivamente hasta que encuentro un ligero placer en la categoría de “objetos raros”. Son los utensilios, instrumentos y otros «chunches» que no entran en las categorías anteriores, son como los fósiles de la convivencia entre más raros uno se puede imaginar la complejidad de lo preparado.

Múltiples formas que requieren una manera distinta de pasar la esponja, la fibra, el cepillo o los dedos, porque esto de lavar los trastes también es cosa del cuerpo y es cosa seria: de no hacerlo de manera correcta los restos y manchas son acompañadas de la famosa frase “huele a choquía”, dejando ver nuestra prisa al revelar que no nos hemos tomado el debido tiempo, siendo ésta una razón de peso. Entonces, ¿los objetos raros serían cosa de la experiencia? y, de ser así, ¿entre más experimentado sea uno menos objetos raros aparecen? Quisiera detenerme un poco a aquí para anunciar que si esto lo tomamos con levedad estaríamos negando nuestra “segunda intimidad”: hay una con el cuerpo y una con el espacio que habitamos. Quizá varios de ustedes no estén de acuerdo pero, hay lecturas políticas y económicas en el ejercicio de lavar trastes. Tal vez sea que necesitamos darle un tiempo a mirar nuestras maneras de lavarlos, debemos mirar en conjunto.

No en todos los espacios existen los mismos objetos raros, ni todos los espacios se rigen por
múltiples y desconocidos instrumentos, los habrá más o menos, ya lo comenté, esto es político y
económico, sin embargo, desde que cada persona ha tenido la posibilidad de inventar sus propias categorías, avanzamos a otro punto en el que se pregunta por la economía de la intimidad, si se me permite decirlo, aquella que se encuentra en la administración del tiempo y tiene que estar continuamente inventando sus configuraciones de pago y deuda. Está situación cada vez más se inscribe en lo pesado y leve, tomarse un momento para mirar, ya está costando tiempo.

Cada vez que desarmo una licuadora para comenzar el proceso de lavado, en mi cabeza pasa la
idea de que estoy desarmando un fusil de combate para darle mantenimiento. Desarmo la tapa,
desacoplo la base separando aspas y empaque, continuando por inspeccionar el vaso, una vez
dispuestas las partes procedo a darle mantenimiento. De alguna manera, el disponer del tiempo para mirar se vuelve una inversión, a veces, una que solo ciertas personas se pueden dar o que, en medida de estar vinculadas a la necesidad de hacerlo, han creado sus propios sistemas que hagan menos tediosa la tarea. Ya dije que es cosa seria y ustedes no me dejarán mentir que, si lo ampliamos a las tareas de trapear, barrer, sacudir, lavar, etc., la complejidad se vuelve todo menos algo leve.

Yo suelo practicarlo en mi espacio, pero les comento que a pesar de mi formación como psicólogo y actualmente como historiador, hice mi estancia de investigación como ayudante de servicios generales, una mezcla entre conserje, portero, velador y demás por seis años. Lo suficiente para que cada vez que veo una película y aparece la clásica secuencia del conserje con audífonos trapeando un pasillo, me pregunto por el tipo de limpiador que estará usando, si es de uso especializado cuando está en un laboratorio o si es alguna novedad del mercado, ¿a qué olerá?, ¿hará algunas mezclas?, pero eso es cosa mía, no de ustedes.

Yo vengo a hablarles de la complejidad de la economía de la intimidad. Me gustaría poder abordar la tensión entre los servicios públicos y la lavadora, solo que por ahora el tiempo se nos ha acabado y lo dejaremos para una futura exposición, de mi parte. Gracias.

Fragmento de la clase dictada en la Universidad del Planeta Marte, Zona Oriente el 21 de diciembre para el seminario “Lo cotidiano como estudios para el asentamiento humano en otros planetas”