Un video viralizado en redes sociales desató una oleada de indignación y juicios inmediatos: una mujer, visiblemente alterada, es grabada en Plaza del Carmen mientras grita, sacude y empuja a una bebé que apenas viste pañal y camiseta. El material fue acompañado de mensajes que pedían “hacerla viral”, “identificarla” y “castigarla con todo el peso de la ley”.
La escena sacude. Pero trae consigo una preocupante sed de linchamiento social. En tiempos donde todo se graba y se juzga en cuestión de segundos, la diputada morenista Gabriela Torres —presidenta de la Comisión Segunda de Justicia en el Congreso del Estado— invitó a dejar por un momento la condena fácil y ver el fondo del problema. planteando preguntas incómodas pero necesarias.
“Nada justifica la violencia, pero ¿qué se está haciendo desde las instituciones para erradicarla? ¿Es realmente la única solución separar a la menor de su madre?”, escribió en sus redes.
En su mensaje, Torres cuestionó la ausencia en la prevención: falta de educación sexual, maternidades forzadas, salud mental desatendida, madres solas sin red de apoyo, y un sistema de justicia que tarda y no escucha. Habló de madres juzgadas por no ser perfectas, tratadas como si hubieran perdido el derecho a sentir dolor o rabia. “Ser madre no es automático. No es sinónimo de tener paciencia infinita ni amor incondicional en condiciones de precariedad y soledad”, escribió.
La Fiscalía aún no ha emitido postura pública, pero tanto el DIF Estatal como el Municipal aseguraron haber comenzado investigaciones para localizar a la mujer. «No se tolerarán actos de violencia en contra de la niñez», afirma el comunicado estatal e incluso, desplegaron personal de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes para localizarla.
El hecho existe y es doloroso. Una niña fue violentada por la persona que debía protegerla. Pero también existe una madre que, sin justificar su comportamiento, podría estar desbordada, abandonada, enferma, rota.
Es momento de que las instituciones dejen de llegar tarde. Que no solo se muevan cuando hay un video viral. Que se hable más de salud mental, de redes de apoyo, de aborto acompañado, de justicia accesible y no punitiva. Que se entienda que maternar no es una obligación automática ni una fuente infinita de paciencia.
Y a la ciudadanía, una última reflexión: sí, cuidemos a las infancias. Pero no con ojos inquisidores. Cuidarlas implica también cuidar a quienes las cuidan. Preguntar más veces “¿cómo te ayudo?” y menos veces “¿quién la va a castigar?”.
Porque quizá, más que una agresora, lo que vimos ese día fue a una madre quebrada. Y esa también es una urgencia social.
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