Con motivo del XLII Festival Internacional de Danza Contemporánea en su cuarto día se presentó la compañía de teatro “La infinita compañía”

Escrito por Dolores Hdz

Con motivo del XLII Festival Internacional de Danza Contemporánea en su cuarto día se presentó la compañía de teatro “La infinita compañía” con la presentación Novena Sinfonía, bajo la dirección de Raúl Tamez. El evento tuvo lugar en el Centro Cultural Universitario Bicentenario, en punto de las 20:00 hrs. Una compañía originaria de la Ciudad de México.

Al lugar se dieron cita bastantes espectadores amantes de las artes escénicas, pues la fila de espera era un preludio a las altas expectativas de los asistentes, que esperaban ansiosos la entrada al recinto.

 Al inicio de la pieza los colores fueron mórbidos, entre rojos y negros, los atuendos sacados de una época renacentista, donde efectivamente la obra del famoso pianista con sordera de Viena se hacía presente. En un tumultuoso escenario casi lleno bailarines quienes  corrían de un lado a otro con movimientos ajetreados y coordinados , de pronto sobresalía una bailarina vestida de blanco exclamando palabras, que enchinaba la piel, hasta al espectador más insensible, era como si estuviéramos presenciado una escena sacada de un cuento de espanto.

En un parpadear y distracción entre movimientos casi hipnóticos, estábamos presenciando borregos esclavos de sus deseos, la representación de bailarines coordinados, pero con luz propia,  en pocas ropas color carmesí, siendo protagonistas de los que podríamos describirse como los demonios del ser, colores carne que nos hacen interpretar esta desnudes de los deseos más profundos, esta parte obscura de la que poco se habla, pero se expresa en los escenarios obscuros.

Una narrativa difícil de encuadrar en una historia por la complejidad de movimientos y saltos que desafiaban la gravedad, movimientos que parecían perderse en una armonía de sonidos interpretados con la corporalidad de artistas entregados a su arte, al momento,  más detallado  movimientos que parecían interpretar una nota con su cuerpo , y que en conjunto se volvía simplemente sinfonía.

Finalmente una guerra entre la bondad y la obscuridad, para luego llegar la calma con el himno a la alegría, que sonaba de fondo para traer paz y cortinilla de la introducción de un serie de solos dancísticos simplemente espectaculares, que evidenciaban las exigencias propias de la danza.

Esta compañía sin duda nos muestra que es posible sentir e interpretar con el cuerpo música clásica de Beethoven, una pieza que da para hablar toda la noche y todo el día.