En la ciencia ficción, la sangre verde suele pertenecer a monstruos o superhéroes, pero en la naturaleza ya existe: los eslizones Prasinohaema, lagartos de Nueva Guinea y las Islas Salomón.
Estos reptiles sobreviven con niveles extremos de biliverdina, un pigmento verde que en humanos sería tóxico en concentraciones 40 veces menores. Los científicos creen que un gen especial les permite tolerar esta sustancia, aunque aún desconocen qué ventaja evolutiva les dio y cómo la transformaron en un “superpoder”.
Su peculiar biología muestra que la naturaleza puede crear criaturas extraordinarias sin necesidad de ficción.